Keith Haring es uno de los artistas más legendarios del siglo XX. Sus pinturas, dibujos y figuras de graffiti son instantáneamente reconocibles, y están en todas partes. ¡De hecho, es posible que las hayas visto sin darte cuenta! Sus iconos como perros ladrando, bebés gateando y figuras de dibujos animados se pueden encontrar en todo el mundo en todo, desde camisetas hasta carcasas de teléfonos. Y aunque murió por causas relacionadas con el SIDA en 1990, hoy su arte es más famoso que nunca.
Los productos de Keith Haring pueden parecer asociaciones típicas de marcas. Pero si miras más de cerca la historia de Keith, continúan con la misión que él comenzó en su vida. Desde el comienzo de su carrera, su objetivo era hacer que su arte fuera accesible al público. Y a medida que crecía su carrera, Keith usó este arte para crear conciencia sobre problemas como VIH/SIDA, la epidemia de crack y el apartheid.
Las obras de Keith compartían mensajes sobre temas como sexo seguro, y también donó murales a hospitales y organizaciones comunitarias. En 1989, comenzó la Fundación Keith Haring para preservar su arte y continuar su filantropía después de su muerte. Y ahora, cuando las marcas usan el arte de Keith, la Fundación recauda dinero para niños desfavorecidos y comunidades afectadas por el VIH/SIDA.
“El arte es para todos”
Keith Haring nació en 1958 en Kutztown, Pensilvania. Fue un ávido caricaturista desde temprana edad, habiendo aprendido a dibujar de su padre. Después de una breve temporada en una escuela de arte local en Pittsburgh, se mudó a la Ciudad de Nueva York en 1978 para asistir a la School of Visual Arts (SVA). Allí, encontró una comunidad queer y una comunidad de artistas alternativos, que a menudo se superponían. Empezó a probar diferentes estilos de arte, incluyendo el graffiti.
Los primeros experimentos de Keith con el arte público rápidamente llamaron la atención. Empezó a hacer dibujos con tiza en espacios de publicidad vacíos en el sistema de metro, y pronto atrajo a una audiencia de viajeros que veían su arte cada día. Continuó haciendo estos dibujos durante tres años. Al mismo tiempo, su carrera empezó a despegar.
A principios de los años 80, Keith mostró su trabajo en exposiciones y proyectos públicos en todo el mundo, incluyendo asociaciones con Swatch y Absolut vodka. En 1986, lanzó su “Pop Shop” en Nueva York, que vendía camisetas y otros productos con su arte, y al año siguiente abrió una sucursal en Japón. A finales de la década, había creado más de 50 murales y obras públicas en todo el mundo. El mantra de Keith era que “el arte es para todos”, y con productos, murales y grafitis, hizo que este arte fuera accesible para todos.
Arte como Activismo
Keith creía firmemente que el arte puede producir cambios sociales. Para lograr esto, prestó su obra de arte a causas políticas que le importaban. Produjo pósters y camisetas para protestas contra armas nucleares y el apartheid, y también exploró estos temas en su obra. Esto significaba que no solo llevaba el arte al activismo, sino que también llevaba el activismo a las galerías de arte. Exponía al público del arte a temas políticos, lo cual ayudaba a cambiar opiniones y a alertarlos sobre los problemas políticos urgentes de la época.
A medida que la epidemia de VIH/SIDA se desarrollaba en la década de 1980, Keith se involucró con activistas locales que estaban abordando la crisis en su comunidad. Estos grupos, como ACT UP (AIDS Coalition to Unleash Power), se dieron cuenta de que los medios de comunicación eran una forma poderosa de generar conciencia y presionar a los gobiernos para que actuaran. Los pósters fueron una herramienta importante para esto, y el arte de Keith, que compartía mensajes de manera simple y llamativa, era un ajuste perfecto. Él asistía a protestas y diseñó gráficos para ACT UP, que todavía se usan hoy en día. También comenzó a abordar el VIH/SIDA en pinturas, lo cual se volvió personal después de que le diagnosticaron SIDA en 1987.
Keith siempre planeó que su arte viviera después de él. Y después de su diagnóstico, fue impulsado a seguir trabajando a una velocidad vertiginosa. Más de treinta años después de su fallecimiento, su archivo sigue vivo a través del trabajo de la Keith Haring Foundation. Y por cada perro ladrando que aparece en una camiseta, la Fundación recauda fondos para su obra benéfica, demostrando que aunque Keith ya no esté, su arte todavía puede cambiar el mundo.
